El arte de vender un coche entre particulares sin que se acerque ningún guarro

Imagina esta escena: tienes un coche impecable, de estos que parecen sacados del concesionario: El motor ronronea como un gatete, los neumáticos están prácticamente nuevos y, para colmo, siempre ha dormido en garaje.

¿Qué pasa? Que tu chica te dice que está embarazada (podría decírtelo tu chico. Sería raro, pero en estos tiempos ya no se sabe), así que decides vender el coche para comprarte un Volvo que sea seguro y aguante las raves de Cantajuegos y las potadas. Te llenas de esperanza y te dices: “Esto va a ser pan comido”.

Sí, por los cojones. Esto no es Renault Ocasión.

A los dos días de colgar el anuncio para vender el coche empiezan a llover mensajes de curiosos. Uno te dice que solo tiene la mitad del dinero pero que te puede dar “cuatro cabras y un patinete”. Otro llega a tu casa, le das las llaves para que inspeccione el coche, le pega 1000 vueltas alrededor con una linterna, lo prueba, asiente con aire de entendido (a estos los llamo “catavinos” porque suelen ser igual de ignorantes que un Paco cualquiera dándose aires en un restaurante) y suelta la frase mágica: “Te doy 2.000 euros menos y me lo llevo ahora” mientras un compraventa te atosiga con ofertas inmediatas cuando tú solamente quieres vender tu coche a un particular.